El Mundo Indígena 2022: Libia
Los amazigh son la población indígena de Libia y se calcula que ascienden a casi el millón, lo que equivale a más del 16 % de la población total del país.
Viven en varias zonas de Libia —norte, este y el sur del país—, aunque sin continuidad geográfica. Al oeste de Trípoli, en la costa mediterránea, habitan en la ciudad de At-Wilul (Zwara) y en las montañas de Adrar Infussen (Nefoussa), en la frontera con Túnez; en el sureste, en la frontera con Egipto, viven en los oasis de Awjla, Jalu y Jakhra; en el sur, la región de Fezzan ha sido tradicionalmente territorio Kel-Tamasheq (Tuareg), incluidas las zonas de Murzuq, Sabha, Ubari, Ghat y Ghadamès. Los kel-tamasheq de Libia están vinculados de manera natural con otras comunidades kel-tamasheq que viven en las fronteras con Níger y Argelia. Trípoli también alberga una importante comunidad amazigh.
Además de las comunidades árabes y amazigh, existe en Libia una minoría étnica conocida como toubou, compuesta por unas 50.000 personas. Oriundas de la meseta de Tibesti, en Chad, son nómadas y viven a lo largo de la frontera entre Libia y Chad, y practican el pastoreo en una zona que se extiende desde el norte de Níger hasta Sudán.
Durante la época de Gadafi (1969-2011), Libia fue declarada un país exclusivamente “árabe y musulmán”. La Proclamación Constitucional de 1969 afirma en su primer artículo: “Libia es una república árabe (...), el pueblo libio forma parte de la nación árabe y su objetivo es alcanzar la plena unificación árabe. El nombre del país es República Árabe de Libia”. El artículo 2 añade que “el islam es la religión del Estado y el árabe su lengua oficial”. Desde entonces, la política del gobierno ha perseguido implacablemente a todo el que no reconozca “la identidad árabe-islámica” de Libia.
Luego de la “revolución” de 2011, un Consejo Constitucional Provisional presentó en 2017 un proyecto de constitución que no modifica en absoluto las bases identitarias del país. El artículo 2 todavía contempla que “Libia forma parte de la nación árabe” y que “el árabe es la lengua del Estado”; el artículo 6 señala que “el islam es la religión oficial y la sharía la fuente de su ley”, a lo cual siguen otros artículos discriminatorios, que prohíben a un libio no musulmán postularse para las elecciones a la Cámara de Representantes (artículo 69) o a la presidencia de la república (artículo 101) y que establecen que la justicia se impartirá “en nombre de Alá” (artículo 189). Estos artículos están claramente dirigidos a imponer una república islámica, en detrimento de la diversidad de culturas y creencias que existen en Libia. Sin embargo, debido a la oposición de los amazigh y los tubu, y también a causa de la guerra, aún no se ha adoptado este proyecto de constitución.
Libia votó a favor de la adopción de la Declaración de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.
Derechos de las mujeres indígenas
La sharía islámica, que es la fuente de la ley en Libia, coloca a las mujeres en una situación de inferioridad con respecto a los hombres. “El Código Penal libio permite una reducción de la pena para los hombres que matan o lesionan a sus esposas u otros familiares femeninos. La legislación libia prohíbe de forma insuficiente la violencia doméstica, y las leyes relacionadas con el estado civil siguen discriminando a las mujeres, especialmente en los ámbitos del matrimonio, el divorcio y la herencia”[1]. Debido en parte a la preponderancia del islamismo, tanto en el Parlamento como en los movimientos político-militares que controlan el país desde 2011, las mujeres son discriminadas en la ley y en la práctica. Según Amnistía Internacional “las mujeres de Libia se enfrentan a una continua discriminación por motivos de género. Las leyes libias sobre el matrimonio, el divorcio y la herencia incluyen disposiciones discriminatorias para las mujeres. Igualmente, se las discrimina cuando desean transmitir su nacionalidad a sus cónyuges o hijos”[2].
La situación específica de las mujeres indígenas o pertenecientes a minorías étnicas (toubou, amazigh) es peor que la de las mujeres árabes porque también sufren los efectos de la negación del reconocimiento de sus comunidades y la marginación de sus territorios.
Un año de calma, aunque precaria
Tras una década de guerra civil, sin vencedores ni vencidos, pero con grandes estragos para la población (miles de muertos, heridos y desplazados) y destrucción de infraestructuras (edificios públicos, viviendas, carreteras, entre otros), el ruido de las armas amainó y Libia volvió a la calma en 2021. Las negociaciones entre los dos bloques principales, el que controla el oeste del país (con sede en Trípoli) y el del este (con sede en Bengasi), dieron como resultado un acuerdo que programaba las elecciones parlamentarias y presidenciales para diciembre de 2021. Sin embargo, en el último momento no se celebraron debido a profundos desacuerdos sobre la ley electoral y la lista de candidatos elegibles.
Además, los dos órganos de gobierno, por un lado el Parlamento elegido en 2014, con sede en Bengasi y, por otro, el Consejo Supremo del Estado Libio (transformado en marzo de 2021 en un gobierno interino con sede en Trípoli), habían acordado en enero de 2021 elaborar un proyecto de constitución que sería aprobado mediante referéndum el 24 de septiembre de ese año. No obstante, dicho referéndum no pudo llevarse a cabo debido a que las autoridades de Bengasi proponían una nueva constitución redactada por un comité de parlamentarios y expertos, mientras que las autoridades de Trípoli deseaban adoptar el proyecto de constitución elaborado en 2017 que no pudo ser aprobado. Por consiguiente, el proyecto constitucional es otro tema de discordia entre los dos principales actores políticos libios[3].
En consecuencia, Libia sigue muy dividida y el fantasma de la guerra civil está siempre presente. Según observadores de la situación en Libia: “El temor a un nuevo conflicto armado sigue siendo elevado. La tensa situación política ya ha empezado a causar revuelo en Trípoli y, como ocurre en todo gran acontecimiento político, las milicias se han puesto en marcha. Los batallones de Misrati fueron llamados como refuerzos por el bando de Abdulhamid Dabaiba (primer ministro del gobierno interino), apoyado por Turquía. En respuesta, varios grupos armados con base en Trípoli, entre ellos el poderoso Katiba Ghnewa y las milicias de Al-Zawiya, han unido sus fuerzas para bloquear las rutas al sur de Trípoli”[4].
El fracaso de las iniciativas políticas, tales como llevar a cabo las elecciones para aprobar la constitución, la designación del futuro parlamento o del presidente de la república, se deben principalmente a la falta de reconciliación entre los partidos, que llevan 10 años en guerra. El país sigue dividido y dominado por dos grandes bandos (uno que controla el este y el otro el oeste), cada uno con su propio gobierno, parlamento y ejército. En estas condiciones, resulta imposible prever a corto plazo la creación de instituciones que todos reconozcan y respeten. En noviembre de 2021, Abdullah Al-Lafi, miembro del Consejo Presidencial libio, subrayó la necesidad de “continuar en la senda de la reconciliación nacional inclusiva, en la que deben participar todos los libios, sin exclusión ni exclusividad, y exigir la rendición de cuentas para construir una reconciliación y estabilidad duraderas. La verdad, el perdón, la confianza y la convicción de la necesidad de convivir bajo un espíritu de tolerancia y coexistencia, son requisitos para el retorno a la paz y la estabilidad en el país, pero en la actualidad estas condiciones no están dadas en Libia”[5].
Los indígenas de Libia rechazan el proyecto de constitución
Los amazigh y los tubu han expresado pública y sistemáticamente su rechazo al proyecto de constitución de Libia desde que se hizo público en 2017. El 28 de enero de 2021, los dirigentes municipales, el Consejo Supremo Amazigh y líderes de las organizaciones de la sociedad civil de los territorios amazigh de Libia se reunieron en la ciudad de Jadu (a 150 kilómetros al suroeste de Trípoli) para expresar una vez más su rechazo al proyecto de constitución y anunciar el boicot a todo referéndum constitucional si no se modifica el proyecto[6]. Los amazigh y los tubu critican, por un lado, a las autoridades libias por no haberlas involucrado en la redacción del texto constitucional y, por otro, rechazan el texto porque basa la identidad del país en la supremacía de la lengua y la cultura árabe-islámica y relega a los componentes amazigh y tubu a una posición inferior. Se trata, pues, de un proyecto basado en la discriminación racial, en flagrante violación del derecho internacional y de los principios democráticos. El artículo 2 reconoce que “las lenguas árabe, amazigh y tubu forman parte del patrimonio cultural y lingüístico de todos los libios”, pero especifica que “Libia forma parte de la nación árabe” y que “el árabe es la lengua del Estado”. El texto añade que “la ley organizará la integración de otras lenguas libias en los ámbitos de la vida general a nivel local y nacional”. Por lo tanto, está claro que se privilegia la posición de la lengua y la cultura árabes en detrimento de las lenguas y culturas amazigh y tubu. Además, el artículo 6 señala que “el Islam es la religión del Estado y la sharía islámica es la fuente del derecho”. Le siguen otros artículos discriminatorios que prohíben a un libio no musulmán postularse como candidato a la Cámara de Representantes (artículo 69) o a la presidencia de la república (artículo 101) y que establecen que la justicia se imparte “en nombre de Alá” (artículo 189). Estos artículos pretenden claramente imponer una república islámica, en contra de la diversidad de culturas y creencias que existen en Libia.
Discriminación sin perspectiva de solución
En el sur del país, los kel-tamasheq (tuareg) sufren una discriminación específica que se remonta a la época de Gadafi, cuando la administración se negó a conceder la nacionalidad libia a más de 20.000 familias de esta región. Tras la “revolución” de 2011, el gobierno introdujo un número de identidad nacional para todos los libios;[7] sin embargo, a más de 80.000 personas de la comunidad Kel-Tamasheq (Tuareg) nunca les asignaron uno. En consecuencia, estas personas “indocumentadas” no pueden obtener un documento de identidad y, por tanto, obviamente no tienen acceso a la educación, a servicios de salud pública o a ningún otro servicio público, ni tampoco se las puede contratar. Las demandas que han planteado periódicamente desde 2011 al gobierno libio no han rendido frutos.
La región de Fezzan (sur y suroeste de Libia), territorio tradicional de los kel-tamasheq, es rica en recursos minerales, sobre todo en petróleo. Sin embargo, la población local es la más pobre del país porque se ve privada de los ingresos que generan estos recursos, que se explotan con la ayuda de empresas extranjeras. Las únicas “plazas de trabajo” que se encuentran a disposición de los jóvenes tuareg son como soldados en uno de los grupos armados que controlan el país.
La comunidad Kel-Tamasheq que vive cerca de la franja limítrofe con Argelia también ha sufrido el cierre de esta frontera por parte del gobierno de ese país que alega motivos de seguridad. Esto priva gravemente a la población local de los intercambios tradicionales que siempre han tenido. Las consecuencias llegan a ser drásticas cuando la gente no puede conseguir medicamentos o alimentos del otro lado de la frontera.
Las comunidades no árabes de Libia han sido excluidas de todas las reuniones políticas en el contexto del diálogo nacional para la paz, situación que continuó durante las últimas reuniones celebradas en 2021, tanto en Europa como en el Medio Oriente (Qatar, Omán y Hurghada en Egipto). Por ello, estas comunidades expresan cada vez más su deseo de pertenecer a un estado federal en el que sus territorios gocen de una autonomía que les permita conservar sus características específicas, lo cual podría ser una alternativa para preservar la diversidad y las libertades de cada componente del país. Este deseo se expresó claramente en la conferencia de municipios amazigh celebrada el 28 de enero de 2021 en la ciudad de Jadu. El presidente de esta conferencia y líder del municipio de Jadu señaló que “se ha tomado la decisión de crear una cuarta región administrativa” que abarque los territorios amazigh[8]. Los próximos años dirán si esta decisión podrá materializarse.
Mientras tanto, con dos gobiernos y al menos dos ejércitos, sin constitución y sin órganos legislativos legítimos, Libia sigue sumida en el caos y su futuro es motivo de preocupación.
Belkacem Lounes es doctor en Ciencias Económicas y Sociales, profesor universitario (Universidad de Grenoble Alpes), miembro experto del Grupo de Trabajo sobre Poblaciones y Comunidades Indígenas y Minorías en África de la Comisión Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos, miembro del Mecanismo de expertos sobre los derechos de los pueblos indígenas de las Naciones Unidas, y autor de numerosos informes y artículos sobre los derechos de los amazigh y los pueblos indígenas.
Este artículo es parte de la 36ª edición de El Mundo Indígena, un resumen anual producido por IWGIA que sirve para documentar e informar sobre los desarrollos que han experimentado los pueblos indígenas. La foto de la publicación muestra mujeres indígenas que se ponen de pie y asumen el mando en la lucha por los derechos territoriales de su comunidad en Jharkhand, India. Fotografiada por Signe Leth, es la portada del Mundo Indígena 2022 donde originalmente está escrito este artículo. Encuentra El Mundo Indígena 2022 completo aquí
Notas y referencias
[1] Human Rights Watch. Libya. Events of 2016 (Libia: Acontecimientos de 2016). https://www.hrw.org/world-report/2017/country-chapters/libya.
[2] Amnistía Internacional. Libye: les défenseures des droits humains prises pour cible (Libia: defensoras de los derechos humanos se convierten en blanco). Amnistía Internacional, 17 de julio de 2018. https://www.amnesty.be/infos/actualites/article/libye-les-defenseures-des-droits-humains-prises-pour-cible.
[3] Radio France internationale (RFI). “La Libye à la recherche d’une nouvelle Constitution” (Libia en busca de una nueva constitución). RFI, 26 de enero de 2022. https://www.rfi.fr/fr/afrique/20220126-la-libye-%C3%A0-la-recherche-d-une-nouvelle-constitution.
[4] Vernhes, Sarah. “Libia: el espectro de un nuevo conflicto tras el informe de la presidencia” (Libia: el espectro de un nuevo conflicto tras el aplazamiento de las elecciones presidenciales). Jeune Afrique, 22 de diciembre de 2021. https://www.jeuneafrique.com/1285487/politique/libye-le-spectre-dun-nouveau-conflit-apres-le-report-de-la-presidentielle/.
[5] Agencia Anadolu (AA). “Libye: des élections sans réconciliation ou le saut vers l’inconnu (Analyse)” (Libia: Elecciones sin reconciliación o un salto a lo desconocido [Análisis). AA, 1 de enero de 2022. https://www.aa.com.tr/fr/politique/libye-des-%C3%A9lections-sans-r%C3%A9conciliation-ou-le-saut-vers-linconnu-analyse/2462758.
[6] Tamazgha. “Les Amazighs de Libye déterminés” (Los Amazigh de Libia están decididos... ¡No se rinden!). Tamazgha, 31 de enero de 2021. http://tamazgha.fr/Les-Amazighs-de-Libye-determines.html.
[7] Ley 8 de 2014, artículo 7: “Todos los ministerios y unidades administrativas del gobierno e instituciones, organismos civiles y militares, empresas públicas y similares utilizarán el número nacional asignado a cada ciudadano libio para efectuar el pago de salarios y las remuneraciones por concepto de todos los procedimientos administrativos, financieros y económicos relacionados con el Estado libio. Todas las partes mencionadas suspenderán el abono de salarios, bonificaciones o derechos económicos de cualquier ciudadano libio en caso de que no presente el número nacional que se le ha asignado. Dichas partes no podrán llevar a cabo ninguna actividad financiera, administrativa o económica con ningún ciudadano libio, salvo a través del número nacional”.
[8] Tamazgha. “Les Amazighs de Libye déterminés… Ils ne lâchent rien!”. Tamazgha, 31 de enero de 2021. http://tamazgha.fr/Les-Amazighs-de-Libye-determines.html. Abdelwahab Hajam, presidente del municipio de Jadu, Libia, entrevista realizada por el sitio Tamazgha el 28 de enero de 2021. Las otras tres grandes regiones libias son Cirenaica en el este, Tripolitania en el noroeste y Fezzan en el suroeste.
Etiquetas: Gobernanza Global, Derechos Humanos