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Cali es Valle, pacífico y además es loma: turbulencias y emergencias en el paro

POR CAMILO GONZÁLEZ POSSO, PRESIDENTE DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS PARA EL DESARROLLO Y LA PAZ (INDEPAZ).

Foto: Erika Pantoja para 070.

Lo que está sucediendo en Cali es un proceso macroregional de explosión social y la muestra condensada de lo que pasa en Colombia por la emergencia de una generación inconforme y súper informada que no acepta la actual situación; está siendo confrontada por métodos de guerra, pero persiste en la protesta para encontrar salidas del laberinto.

Después de 16 días de acciones, se han registrado movilizaciones multitudinarias, concentraciones, bloqueos y brutal represión ordenada por el gobierno central y ejecutada por la fuerza pública. En medio de esta situación, los determinantes y reivindicaciones de fondo siguen presentes, pero momentáneamente silenciadas por las noticias sobre 33 personas asesinadas en las protestas, 17 de ellas presuntamente a manos de agentes del Estado, 220 jóvenes detenidos, 168 desaparecidos según Causa Pública, centenares de heridos, más de 150 establecimientos saqueados y decenas de civiles armados, encabezados por políticos de ultraderecha y extraquetos que patrullan, disparan y asesinan.

En Cali confluyen movilizaciones de indígenas, afros y campesinos del Norte del Cauca y en conjunto hacen resonancia con explosiones sociales y protestas en Buenaventura y en casi todos los municipios del Valle y del Cauca. Esta interconexión de procesos sociales no es nueva. Durante las últimas décadas las protestas y paros han sido una constante en Buenaventura y también en el Cauca.

Cali es la capital del suroccidente y una ciudad región interdepartamental

Las imágenes en las redes sociales y en la televisión se han centrado en Cali, incluyendo la presencia de la Minga indígena entre el 2 y el 12 de mayo, pero el estado de insubordinación repercute en toda esa macroregión que abarca en el primer anillo a 17 municipios del Norte del Cauca y a los 42 del departamento del Valle del Cauca.

Esta macroregión es una realidad económica, social, cultural en la cual los 2.3 millones de habitantes de Cali, con otros 2 millones de vallunos, conviven con 400.000 nortecaucanos que son 80% afrocolombianos, indígenas, campesinos y habitantes de centros urbanos como Quilichao y Puerto Tejada. La población caleña creció 120% entre 1980 y 2010 con la migración y el desplazamiento forzado desde el pacífico, el Cauca y el propio valle del Rio Cauca. La imbricación es tal que en Cali hoy hay 6 cabildos indígenas y grupos urbanos articulados a los palenkes, consejos comunitarios y otras organizaciones de población afrodescendiente de los dos departamentos.

Todo el corredor que comprende el primer anillo hasta el Pacífico es la subregión de Colombia de mayor concentración de población negra cada vez más organizada; hacia la cordillera central, se encuentra el territorio ancestral de pueblos indígenas que le aportan a la gente de Cali una parte significativa de la canasta nutricional. Así como Cali con Buenaventura son el primer puerto de Colombia en el Pacífico, el Valle con el norte del Cauca son un subsistema agroindustrial y un complejo geográfico de interrelación cultural. Todos los días, decenas de miles de nortecaucanos viajan a Cali y sus cercanías a trabajar, estudiar, a comprar o vender; además, en el norte del Cauca se instalaron centenares de empresas cuya sede esta en Cali, desde donde viajan todos los días los ejecutivos y miles de trabajadores.

Entonces, no es casual que, así como la insubordinación social en Cali ha conformado una red de puntos de encuentro de jóvenes que permanecen en el paro por semanas, en muchos municipios del Valle y en toda la región nortecaucana se presente el mismo fenómeno. De modo que no es cierto que Cali sea una ciudad hoy sitiada por bloqueos y protestas de unos pocos, pues es un levamiento popular encabezado por la juventud y por muchos sectores que se concreta en control territorial, control de vías y carreteras en toda la macroregión.

En esa red unida por hilos invisibles, las demandas son comunes y también los símbolos de la inconformidad. Las movilizaciones transcurren con ritmo de bastones, salsa y chirimía, con son de feria y de festival del Petronio que reúne cada año a centenares de miles a reafirmar su identidad afrodescendiente y su encuentro entre culturas.

La brutalidad represiva y pro - paramilitar no detendrá esta insubordinación social

La “asistencia militar” y la militarización de la intervención de la policía se ha pretendido justificar como respuesta al llamado “vandalismo” y presencia de grupos armados terroristas en medio de las movilizaciones y en bloqueos. Pero ha sido evidente que el abuso de la fuerza se ha aplicado a la protesta pacífica y al tratamiento violento a los jóvenes de los barrios populares que se mantienen en los puntos de concentración. Desde esos puntos, como Puerto Resistencia, Siloé, La luna, La Loma, Paraíso, Terrón, los jóvenes han rechazado los saqueos, peajes y acciones violentas.

La Guardia Indígena llegó a unirse a las demandas y a colaborar con el autocontrol y la protección de las manifestaciones pacíficas, tal como lo ha hecho desde hace décadas y lo hizo, con gran acogida, cuando el paro de noviembre de 2019. Pero en esta ocasión su llegada a Cali encontró una resistencia organizada por civiles armados que dispararon a matar y causaron heridas a nueve comuneros. Políticos de ultraderecha encabezaron los ataques y la campaña racista contra la presencia de indígenas en la protesta en Cali.

Sin embargo, la respuesta brutal y paramilitarizada no ha logrado someter a los jóvenes y sectores que siguen activos en el paro en Cali; entre tanto la represión ha sido el factor clave para desatar nuevos escenarios de insubordinación en 11 municipios del Valle, Buga incluido, y en el Cauca desde el norte del departamento hasta el Alto Patía. En Popayán el levantamiento se volvió general cuando se conoció del abuso sexual de policías a dos niñas y el asesinato por el Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD )de un joven estudiante. La niña se quitó la vida por los abusos a los cuales fue sometida durante su arbitraria retención.

Entre la negociación, los bloqueos y la pandemia

El diálogo y la negociación con el comité nacional de paro se abre camino en la tercera semana de movilizaciones. Pero siguen por resolverse concertaciones directas con las vocerías que han ido decantando en diversos municipios y sectores, entre los cuales están los que se expresan en asambleas de comunas en Cali. Otros sectores como los camioneros, los ambientalistas, indígenas, afros, cocaleros, campesinos, excombatientes y defensores del derecho a la salud, no se sienten representados en el pliego de emergencia del comité nacional.

Los desmanes del ESMAD en Popayán han desatado la protesta y también acciones violentas como el incendio de la URI muestran el peligro de actos destructivos sin control si no se produce un repliegue de la represión y la construcción de un escenario de concertación.

El paro puede encontrar algunas respuestas de emergencia y se enfrenta en lo inmediato, además de la multiplicidad de pliegos, al reto de equilibrar, de un lado la permanencia de la presión para obtener respuestas del gobierno y, de otro, responder a la angustia justificada de muchos sectores por el impacto de los bloqueos en el desabastecimiento, carestía, quiebra de empresas, empobrecimiento y contagio en medio de la pandemia.

El anuncio de una nueva jornada nacional el 19 de mayo y el recrudecimiento de la represión y de la indignación en el suroccidente y en regiones del Huila, Caquetá, Meta, Catatumbo, Risaralda, dejan amplio margen a la incertidumbre en este contexto de turbulencias y de expresión de poderes desde los sectores insubordinados.

Bogotá D.C. 15 de mayo de 2021.

Referencias:

Alejandro Marín. ¿Porqué el Paro Nacional 28ª  tiene su centro en Cali?

Informe de Temblores ONG e Indepaz a la CIDH 

Debate 22, crisis en Colombia. 

Etiquetas: Noticias

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