Nuevos alientos para la paz con voces de mujeres
POR DIANA MENDOZA PARA DEBATES INDÍGENAS
Albeniz Ferreira Tique es originaria del pueblo Pijao, localizado en el actual departamento del Tolima. Adelantó su educación básica fuera del territorio comunitario y, posteriormente, se formó en artes escénicas, profesión que no ejerció porque decidió trabajar en el campo de lo ambiental, especialmente en la parte nororiental de Dulima, Nevado del Tolima. Posteriormente, Albeniz empezó su acercamiento a organizaciones como AICO [Autoridades Indígenas de Colombia] y AISO [Autoridades Indígenas del Sur Occidente], de las cuales ha hecho parte, siempre en una búsqueda de lo propio y atendiendo la guía espiritual de las autoridades originarias. Recientemente, Albeniz hizo parte del proceso de definición del Capítulo Étnico del Acuerdo de Paz y de otras instancias lideradas por mujeres indígenas.
Foto: Leonardo Díaz Ramírez
Albeniz, ¿qué puedes contarnos sobre los antecedentes de tu participación en la definición e incorporación del Capítulo Étnico del Acuerdo de Paz y en los escenarios creados para tratar los temas que interesan a las mujeres indígenas?
Te respondo haciendo una retrospectiva de mi experiencia vital de retorno a lo propio, porque desde allí he ganado la posibilidad de pensarme e integrarme a lo organizativo como una mujer indígena que se vio apartada de su comunidad y, luego, volvió a sus raíces con todas las dificultades y desconfianzas que eso genera.
A Partir de mi trabajo en zonas estratégicas de páramos como la Reserva Semillas de Agua, entendí que los procesos ambientales tienen una dimensión política, no en el sentido electoral, sino en la medida en que significan la salvaguarda de la vida. Esto lo entendí cuando vi cómo, uno de los actores armados que operaban en ese lugar atacó una casa de la comunidad que defendía derechos ambientales. Ya con esta experiencia sobrecogedora, llegué a AICO y luego pasé a AISO donde hice un trabajo directo con las autoridades durante 3 años, un trabajo muy duro en el me pusieron a prueba hasta que pude involucrarme en procesos organizativos territoriales y luego nacionales. En ese momento, mi fortaleza fue el trabajo espiritual que ha sido una salvaguarda en mi vida hasta hoy.
Con este acumulado llegué al CONIP [Consejo Nacional Indígena de Paz] donde se articulaban 5 organizaciones indígenas nacionales. Esto me permitió acercarme mucho más a los territorios de todo el país porque allí trabajamos en temas de alta complejidad como la situación humanitaria y de Derechos Humanos, pero también me llevó a cuestionarme la realidad de las mujeres indígenas y a vincularme a los temas de mujer, familia y generación a partir de los desarrollos que ya existían en la ONIC. Con muchas dificultades, tratamos de introducir el tema de mujer en AISO, pero no ha sido fácil porque, como puedes ver en mi caso -que es similar al de otras mujeres indígenas-, hemos tenido que formarnos sobre la marcha al interior de las organizaciones y, en ocasiones, con otros pueblos como lo hice yo con los nasa y misak del Cauca.
En esta región del norte del Cauca fue donde, precisamente, tuve la oportunidad de participar en unos diálogos autónomos entre pueblos indígenas y pueblos negros que tuvieron un importante liderazgo de PCN y Carlos Rosero [Proceso de Comunidades Negras]. Estos diálogos se hicieron porque durante años venían dándose duros enfrentamientos territoriales entre estos grupos que, incluso, dejaron muertos.
¿Y es en estos encuentros autónomos en el norte del Cauca entre pueblos indígenas y negros donde surgen las iniciativas organizativas étnicas para la paz?
Si, mira: al mismo tiempo que se daban los diálogos autónomos en el norte del Cauca, se empezaron a dar los primeros acercamientos entre el Gobierno de Santos y la guerrilla de las FARC, aunque nunca invitaron ni a los pueblos indígenas, ni a los pueblos negros. Viendo que estábamos excluidos de estos diálogos, unimos fuerzas. Los pueblos negros se organizaron como el Consejo Nacional de Paz Afrocolombiano que articula 7 plataformas, mientras que nosotros, ONIC y AISO, nos unimos con la claridad de que no era un espacio de las dos organizaciones, sino que estaba abierto a todos los pueblos aunque reconocíamos las resistencias que había porque no todos los pueblos creen en este tipo de paz, especialmente los que todo el tiempo viven la violencia en sus territorios.
Se empezó así toda la conformación de la Comisión Étnica para la Paz y la Defensa de los Derechos Territoriales. Inicialmente, esta Comisión se dedicó a gestionar su participación en los diálogos de la Habana a donde tuvieron que viajar, prácticamente, de manera clandestina. Cada vez que alguien viajaba, todos los de la Comisión quedábamos sufriendo porque en ese momento se decía que toda persona que no viajara a Cuba a través del Gobierno, iba a ser judicializada.
¿Entonces esta Comisión Étnica no fue parte orgánica de los diálogos de paz desde el comienzo?
Nosotros buscamos coincidir con los diálogos y lo logramos, pero esta era una Comisión autónoma. Lo sigue siendo porque todavía existe, aun en medio de muchas dificultades porque, como sabes, durante el último Gobierno nos mataron muchos líderes, tuvimos un verdadero etnocidio. La Comisión logró construir e incluir el Capítulo Étnico del Acuerdo, pero ahora, después de la firma, estamos ante otro reto que es la implementación. Nosotros somos el tercer actor del Acuerdo de Paz: Gobierno, FARC y pueblos étnicos. Eso lo sabe la comunidad internacional, aunque los anteriores gobiernos no lo quisieron reconocer.
Hasta el momento, hemos logrado participar en la IEANPE [Instancia Especial de Alto nivel con Pueblos Étnicos], pero hay otra cosa muy interesante que también se ha dado alrededor del Acuerdo: se trata de una alianza entre mujeres indígenas y mujeres negras para sanar el primer territorio, es decir, el cuerpo de las mujeres. Entendimos la necesidad de sanarnos porque durante el conflicto las mujeres han sido sometidas por cosas tan duras como las violaciones, la tortura, el desplazamiento. Por eso, aunque nosotras seguimos apostándole y buscando que se implemente el Capítulo Étnico del Acuerdo de Paz, queremos que se tenga en cuenta el enfoque étnico de género. Queremos que el Capítulo étnico baje a la raíz, a los territorios para que lo conozcan las mujeres indígenas y negras, pero no ha sido posible tener los recursos para hacerlo porque el Gobierno no ha entendido que el dinero que se ha enviado para la paz, es para la paz, y no para financiar las campañas políticas. Por ejemplo, cuando se conformó la IEANPE, el Consejero Archila [Consejero presidencial para la estabilización y consolidación del Gobierno Duque] le dijo a los delegados “no hay plata para que ustedes viajen a los territorios, y toda la plata que hay para comunicaciones la manejamos nosotros”. Trabajar con ellos se volvió imposible, por eso pensamos que ahora habrá que ampliar el tiempo previsto para la implementación del Acuerdo.
Pero a pesar de todos estos frenos, en la IEANPE hemos seguido trabajando. Se produjo un primer informe que no pretende ser un diagnóstico acabado porque para eso sería necesario disponer de medios que permita hacer un trabajo territorial y un relacionamiento más cercano con las comunidades, pero es claro que nosotros seguiremos apostándole a la paz aunque sabemos que la implementación del Acuerdo no nos va cambiar la vida.
Es muy complejo un proceso de paz donde todavía no se ha hablado con el ELN, donde todavía tenemos una cantidad de problemas en los territorios por el narcotráfico, por los intereses de los clanes mexicanos, por los intereses de tantos actores.
En este momento, entonces, ustedes están firmes planteando que en el Gobierno entrante se inicie la implementación del Acuerdo de Paz con las FARC, pero también deben tener alguna perspectiva de lo que sería el proceso de diálogo y el acuerdo con el ELN, así como sobre el proceso de sometimiento a la justicia que pueda darse con los grupos paramilitares. ¿Han hablado de esto?
Desde sus inicios, la Comisión Étnica para la Paz dejó claro que ese era el espacio desde donde se trabajaría, desde donde se construiría y se aportaría a los procesos de paz. Por las realidades que hemos vivido los pueblos étnicos, sabemos que en este conflicto no son ni uno ni dos los actores, pero a esta altura, tenemos un agregado de experiencia que aunque necesita madurar un poco más, es un buen punto de partida. Sabemos que sin la importante alianza que logramos entre pueblos indígenas y pueblos negros, no habríamos podido incidir en el Acuerdo de Paz. Tenemos fortalezas que se complementan, por ejemplo, los pueblos negros tienen abierto un espacio de relaciones internacionales que los indígenas no tenemos, nosotros miramos más para adentro, pero juntos tenemos mucha fuerza, de hecho, ninguna otra organización social logró abrirse un camino en el Acuerdo.
Por todo eso, frente a los nuevos procesos que plantea el Gobierno entrante ya tenemos claridades, las salvaguardas planteadas en el Acuerdo de Paz son unas de ellas. Las organizaciones indígenas y las plataformas de los negros ya estamos ahí, solo tenemos que encontrar la forma de hacer operativa nuestra incidencia con la seguridad de que vamos a seguir peleando por el equilibrio y la armonía para nuestros pueblos.
(Artículo sin editar por pedido de la autora)
Diana Alexandra Mendoza es antropóloga, Máster en Derechos Humanos, Democracia y Estado de Derecho, y especialista en Gestión Cultural. Tiene una amplia trayectoria en derechos individuales y colectivos, medio ambiente y cultura.
Etiquetas: Mujeres, Debates Indígenas